Los coloresBlanco y NegroYo soy escritor de tomar notas para que luego mis momentos de lucidez creativa no se vayan por donde vinieron. Así que siempre llevo un pequeño cuaderno de tapa fuerte y un portaminas de trazo medio para anotar cual detective literario, las claves que mis musas me han mostrado. |
Aquella hermosa tarde me invitó a sentarme, a contemplar el mar en calma, y al momento empecé a visualizar una aventura en un crucero vacacional. Con mi mirada perdida en el horizonte fui viendo toda la película.
Traté de anotar algo en mi cuaderno para no perder nada de aquella historia de romances y robos de guante blanco. Pero para mi desdicha mi libreta quedó tan blanca e inmaculada como cuando la saque del bolsillo.
Al llegar a casa ya se me habían olvidado todos los detalles interesantes de aquella aventura marítima. No obstante, me senté enfrente del teclado y saque mi cuaderno por completo en blanco.
Con calma fui pasando las hojas al tiempo que tecleaba sin pausa. Cuando llegué a la última hoja en blanco ya tenía en la pantalla escrita una historia náutica completa; pero el barco era un viejo velero, compitiendo en una regata transoceánica, con una variopinta tripulación.
Hasta un cuaderno en blanco puede hacer volar la imaginación
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Me desperté sobresaltado con un sudor frío que recorría hasta el último poro como si estuviera sumergido en él. La pesadilla había sido espantosa, como si me hubieran enterrado vivo y sin una gota de aire para respirar.
El corazón todavía me latía descontrolado y yo ya solo quería abrir los ojos para acabar con esa angustia. Lo intenté varias veces, pero era como si mis parpados, por más que yo forzaba, no dejaran pasar nada de luz.
Seguro que era de madrugada y de ahí la oscuridad, pero en mi habitación siempre quedan los dichosos leds dando un resquicio de iluminación, pero ahora ni el del televisor, el cargador o el enchufe me daban indicación alguna.
Empecé a creerme que la pesadilla en vez de despertarme me había llevado al otro barrio y allí, como algunos dicen, la oscuridad es completa y para toda la eternidad. Temblando, literalmente, por semejante premisa me traté de incorporar como pude.
Deambulaba con suma torpeza con los brazos extendidos como un zombi ciego. En cuanto mi pie tropezó con algo lancé un grito tanto de dolor como de alivio, no estaba muerto; pero a lo mejor era sonámbulo y yo no lo sabía.
El siguiente golpe fue de lleno en la cabeza y frotarme me di cuenta de que llevaba puesto el antifaz de dormir, el mismo que me pongo para que las putas luces de los leds me dejen dormir.
Rojo
Ya no podría aguantar mucho más, estaba a punto de desmayarme, viendo como mi roja sangre se derramaba mientras yo trataba de mantener la compostura. Notaba como los latidos de mi corazón querían ganar al tiempo, pero este como un juez imparcial seguía a su ritmo impertérrito.
De reojo miré al recipiente de mi vital fluido y todavía estaba por la mitad. Aquellos minutos se me harían interminable. Finalmente, unos pitidos avisaron de que todo había terminado.
Lo siento, pero cada vez que voy a donar sangre me invento una película de vampiros o siniestros doctores para pasar el rato.
Anaranjado
La discusión fue breve, no había mucho más que decir. Aquel podría ser nuestro último paseo y cada uno tomamos un sentido diferente. Yo seguí por el paseo marítimo hacia el final del espigón.
Mi paso dubitativo y falto de cadencia por mi estado emocional acabó por llevarme a la barandilla del final del paseo. Abajo del acantilado se oían romper las olas y mis tortuosos pensamientos parecían alimentarlas.
El cielo se empezó a poner anaranjado con el ocaso ya casi en el horizonte. Lo contemplé expectante, como si nunca lo hubiera visto, y ese sería mi momento para tomar la decisión.
Al día siguiente, con la lección aprendida, no hubo discusión. Accedí de buen grado a acompañarla a casa de su madre. No se enrolló mucho y nos dio tiempo para picar algo e ir al cine a la sesión de las diez.
Cada ocaso tiene después su amanecer. Y por suerte es así cada día. Aprendamos de ello y seamos capaces, aparte de ser un poco melodramáticos, a resetear.
Amarillo, verde, azul, y todos los demás.
Dicen que las imágenes valen más que mil palabras y yo creo que también hay palabras sueltas que pueden, por sí solas, evocar mil recuerdos y otras tantas imágenes asociadas. Así, evocar el nombre de alguien especial, podemos estar mentalmente visionando toda una vida.
Pero no hace falta afinar tanto, con los colores nos pasa igual. Yo, por ejemplo, si pienso amarillo me vienen a la memoria innumerables recuerdos playeros de toda mi vida. El marrón que puede interpretarse de mala manera a mi me hace pensar en los árboles a punto de llegar el otoño con sus hojas llenas de tonalidades pardas entre los rayos de sol antes de su caída.
El verde de la primavera en los bosques y prados lleno de gamas que da sensación de frescor. El mar, según el cielo que haya, despejado, nublado, o tormentoso, puede parecer azulado, grisote o verdoso.
Bueno, mejor que yo siga dando la vara, que cada uno haga la prueba si le apetece.
Hola JM, me alegra que te hayas inspirado tanto y que los colores te hayan despertado las musas, la pluma y hasta el cuaderno en blanco que se llenó de color. Un relato muy original, pasando por diferentes situaciones que evocan diferentes colores. Me ha encantado también la música que nos propones con tantas imágenes llenas de color. Has puesto la nota final a este reto multicolor. Mil gracias.
ResponderEliminarLo añadiré a otras participaciones por ser más extenso que el resto.
Un abrazo. :)
¡Hola JM! Todo un recorrido a través de los colores el que nos muestras con estos micros encadenados. Me parece una gran aportación al reto y todo un derroche de inspiración.
ResponderEliminarUn saludo.