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jueves, 15 de febrero de 2024

CONCURSO DE RELATOS 40ª Ed. EL VIZCONDE DEMEDIADO de Italo Calvino




El Alma se viste con negra capa


Cuando mueres, no vas al Cielo o al Infierno, según tus actos hayan sido buenos o malos. No voy a decir que sea una falacia de los diversos cultos religiosos, pero sí que es una verdad a medias bastante discutible. Que nacemos inocentes y puros es un hecho, al igual que también con un lado oscuro, y que según vayamos actuando en la vida se irán desarrollando. Por eso, cuando nos llege la hora, nuestra brillante Alma estará cubierta, con una fina o más espesa, capa de oscuridad.

Y como nadie ha vuelto del otro lado a desmentirlo, seguimos con la misma canción. Otro argumento basado en una especulación, o sea que si quieres te lo crees o no. Ahora voy a hacer un espóiler de esa película, así que a quien no le guste saber lo que pasa en esa situación pasar mejor no siga leyendo. También es únicamente mi palabra, puede dársele crédito o tomarla como la ensoñación de un desequilibrado.

Avisados, los navegantes, paso a contar mi experiencia:

Yo no era ni bueno ni malo, mis sentimientos, algo de moral, y una pizca de ética, mantenían a raya mis deseos más oscuros. Por eso de cara afuera pasaba por un tipo tan corriente como cualquier otro, pero de puertas adentro tenía mis cosillas y hasta alguna reprimida maldad. Mi última acción en el mundo fue, precisamente, un momento de tensión entre los buenos principios y una de mis negras inquietudes. 

En mi jubilación empecé a cumplir dos deseos que tenía ya desde crío, leer y viajar en tren. Era algo que gracias a mi abono ferroviario podía hacer con bastante regularidad. Mis trayectos eran de media distancia, iba por la mañana volviendo esa misma tarde y durante el camino me leía una novela de aventuras, o intriga, como las de mis años jóvenes; nada de cosas complicadas.

Durante mi último viaje, ya de vuelta enfrente mío, se sentó una señora algo menos mayor que yo, pero con buen porte y elegante. Después de cruzarnos un breve saludo con dos palabras y un gesto, ella sacó un libro (creo que de poesía, no es mi fuerte) y me imitó la pose lectora.

Mi lado oscuro tomó el control de la situación, no permitiéndome continuar con mi aventura literaria. Tengo una debilidad enfermiza, y es mi timidez, con las mujeres que me resultan atractivas, pero mi diablillo busca la forma de compensarlo quitándolas algo suyo; nada valioso, más bien simbólico, como un cigarrillo o un pañuelo de papel.

La hora siguiente me la pasé pensando que recuerdo de esta mujer me podría llevar, lo necesitaba imperiosamente. No había nada a la vista que me sirviera, igual fumaba pero en el vagón no tenía excusa y tampoco yo poseo Rayos X para ver a través de su bolso. Me puse muy nervioso cuando me di cuenta de que un botón de la manga de su blusa andaba colgando, pero aun siendo un buen trofeo no encontraba el modo para arrancárselo sin que se diera cuenta.

Estaba por completo fuera de mí y gracias al libro que me tapaba la cara, si no creo que mi compañera de viaje habría adivinado mis oscuras intenciones. Intentando disimular mi inquietud mirando por la ventanilla fue cuando en su lado de mesita había dejado una tira de cartulina serigrafiada con una publicidad, era un marcapáginas; sea como fuera, antes de salir del tren, habría de ser mío.

Cuando se encendieron las luces, por el ocaso de la tarde, cerré mi libro y lo posé muy cerca de su señalizador, únicamente restaba de que ella se olvidase de él para poder ocultarlo dentro de mi novela de aventuras. Con premeditación, alevosía, y nocturnidad, aproveché la entrada al último túnel para recoger mi libro con el marcapáginas en su interior.

Al ir a guardar la novela en mi bolsa de viaje, ella súbitamente cerró su libro para hacer lo propio. Y fue entonces cuando mi temblona mano dejo que se escarpara la tira de cartulina que revoloteo hasta los pies de mi acompañante. Ella, al verlo planear, con un tono entre serio e irónico, me dijo que me lo podía quedar. Yo me sentí morir de la vergüenza y así fue.

Mi Alma se desprendió de su capa negra y como un pájaro se fue volando a una infinita nada, tan oscura como su plumaje. Ahora, ya desprovisto de mi maldad, la parte pura empezó a vislumbrar una claridad creciente que lo inundó todo con su luz. Estaba claro que yo había cruzado el otro lado, por eso quise hacer una prueba para ver si mi luz podía conectar con mi oscuridad. Hice un esfuerzo supino como de cerrar los ojos y, efectivamente, una negrura volvió a cubrir mi Alma. Repetí el experimento varias veces, con el mismo resultado, hasta que note como un zarandeo que me arrastró hasta al mundo de vuelta.

Las mejillas me ardían como si, además del rubor, también hubiera sido abofeteado. Mi compañera de viaje, me miró aliviada al verme abrir los ojos y creo que, hasta me medio abrazó, por mi regreso de la muerte.

Esta es mi historia y mi amiga Lea lo puede corroborar, me salvo la vida y me curo de paso la timidez. Aquel mismo día, saliendo de la estación, la pude invitar a cenar sin siquiera tartamudear.

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