CONCURSO DE RELATOS XXXIII ED. EL GRAN GATSBY DE FRANCIS SCOTT FITZGERALD (Fuera de concurso) |
Su perfume embriagador
Cuando nos mudamos al piso nuevo descubrí al arma de doble filo que es tener ascensor en la comunidad. Yo soy muy sensible a los olores y según la persona que haya bajado antes, o con la que compartamos cabina, puedo respirar o tener que aguantar el aire hasta salir de ese reducido habitáculo.
Durante las primeras semanas me dediqué a conocer a los diferentes vecinos, en especial ellas que son las que más usan perfumes y colonias. A la única que no soportaba era a la señora emperifollada del segundo. Parecía bañarse en dulzarrona colonia de mandarina y me resultaba vomitivo.
La azafata del tercero, en cambio, aparte de ser muy mona y simpática conmigo, exhalaba un aroma siempre fresco y jovial. Yo agradecía esos gestos, pero había dos problemas insalvables que me hizo descartarla. Primero, que era demasiado joven. Y segundo que, por su trabajo, pocas veces coincidíamos; así que fui realista.
En mi misma planta, puerta con puerta, vivía una señora de mediana edad divorciada. No era tan guapa como la chica del tercero, pero si bastante atractiva. Además, y esto era lo más importante, su suave olor corporal combinaba muy bien con la fragancia de la colonia que utilizaba. Es más, me llegó a resultar embriagadora y me decanté por ella sin ningún género de duda.
Por las tardes, en mi habitual paseo antes de la cena, solíamos coincidir en el ascensor. O bien bajábamos juntos, o bien ella subía de hacer sus recados, y nos cruzábamos en el rellano. Mi obsesión por su olor hacía que yo, muy sutil y ladino casi sin contacto, rozara a mi embriagadora vecina al entrar o salir del ascensor. Era algo superior a mis fuerzas erizándoseme el pelo durante ese breve momento.
Mi intención no era aprovecharme de la buena señora ni mucho menos incomodarla. De ahí que ella, en ninguna de esas ocasiones, me echase ni una mirada de desaprobación por mi comportamiento en el ascensor. Yo, por mi parte, sabía que ese mínimo y puntual contacto era todo lo que conseguiría y lo acepté de buen grado.
Aquella tarde fue el punto de inflexión en nuestra particular relación. Al salir para mi habitual paseo no coincidimos en el ascensor, pero al entrar en la cabina reconocí la suave y fresca fragancia de ese perfume que traía loco perdido; mi querida vecina hacía no mucho que había subido o bajado en el ascensor.
Aunque contrariado por no haber coincidido con ella, yo caminaba, (o más bien trotaba) casi igual de alegre al haber respirado su presencia, intentando mantenerla lo más posible en mi olfato. Ya en el parque, y todavía ensimismado con su olor, no preste atención a las voces de un hombre reprendiendo y hasta humillando a alguien.
Llegando a la altura de la discusión no puede más que sentirme entusiasmado al reconocer el aroma de ella, precisamente llevando el chorreo un tipejo muy trajeado con aires de superioridad. Cuando menos era el exmarido, o un segundo pretendiente con mucho genio, azorando a mi querida vecina en público.
No me lo pensé dos veces y, después de un seco gruñido de advertencia, me lancé hacia una de las perneras de aquel elegante impresentable. Se la hice trizas al primer tirón, con una segunda embestida le rocé la piel arrancándole algunos pelos de la pantorrilla. El sujeto que no se esperaba mi ataque, literalmente, se meó por la pata abajo.
Mi acompañante, el que me lleva de la correa, tiró de mí y yo me dejé arrastrar pero sin dejar de ladrar al fulano. Fijo que si le marco los dientes, incluso sin hacer sangre en su piel, el tipo se me caga encima. Sin mediar más palabra, con el pantalón roto y mojado por su propia micción, el payaso se marchó como alma que lleva el diablo.
A mi compañero y a ella les debió hacer gracia mi actuación porque pasaron de mirarse, con mutua sorpresa, a compartir sonoras sonrisas. Por fin, El Percebe, con quien no me queda otra que convivir, se atrevió a invitar a un café a nuestra vecina de puerta con puerta.
En la terraza de la cafetería mientras ellos hablaban, ahora que yo había roto el hielo, sin ningún disimulo me acurruque a los pies de ella para embriagarme de su irresistible perfume. De vez en cuando, la agradecida mujer, bajaba una mano para acariciarme el lomo; Y, desde ese preciso momento, yo supe que ella sería mi nueva ama.
Vete con Dios
La última vez que la vi se fue casi sin una despedida. Aquella mañana tuvimos un pequeño desencuentro porque yo me había puesto a mis cosas, como ella decía a mirar la prensa en la tablet o buscar alguna competición en Euroesport, sin haber recogido como es debido las cosas del desayuno. Ella tenía que ir a mirar sus cosas, los escaparates que la pillan de camino hasta la clínica donde apunta las citas de su media jornada laboral.
Nuestro adiós fue como siempre que había algo de tensión medio en serio y medio en broma. Después de desfogarse, recordándome en estéreo que recogiera las cosas y antes de la hora de comer no ir al súper sin llevarme la lista de la nevera, en la puerta me saludó con la mano. Mi sarcástica respuesta fue vete con Dios a lo que me respondió amagando dar un portazo para cerrar a continuación hacerlo con el mayor cuidado.
Yo no me entretuve en mis quehaceres, a la una acabaría ella sus cuatro horas de trabajo y tenía que tener todo dispuesto para que comiéramos antes de las dos. Se podía haber jubilado como yo, pero aceptó este trabajo matinal porque la telefonista estaba de baja maternal y cuando regresara ya se pasaría al grupo de los pensionistas.
A eso de las dos menos cuarto llamé a mi laboriosa mujer al móvil y para mi sorpresa sonó en la mesita. Con el lío de por la mañana se debió olvidar de meterlo en su bolso. A continuación marqué el número de la clínica esperando que siguiera allí todavía. Me lo cogió uno de los socios y me confirmó que había salido cerca de la una y medía porque quería dejar todas las citas arregladas al no haber telefonista de tarde por la baja de la titular.
Yo eché mis cálculos y supuse que ya estaría al caer. A las tres de la tarde ya no sabía que hacer, era de lo más extraño y nuestra bronca como siempre había sido más complicidad que mala intención. En ese momento solo el telefonillo y había una entrega a mi nombre. Por un momento, mientras subía el repartidor, dejé aparcada mi agónica ansiedad.
Será cabrona, mascullé casi en alto con una sonrisa irónica, al abrir la caja y ver su contenido. Me había comprado un bonsái, pero no de cualquier tipo, sino un alcornoque en miniatura. La carcajada se me quedó en mueca al ver que eran ya las tres y media y ella no llegaba a casa.
Me senté en la cocina, mirando fijamente el reloj esperando que dieran la cuatro para volver a llamar a la clínica si sabían algo. Sin querer, de reojo, veía su silla vacía y notaba como un puño atenazaba mi corazón con cada latido. Al fin, ya era la hora y cogí con prisa el teléfono.
Justo antes de marcar, su tono de llamada me sobresalto, en la pantalla aparecía un número desconocido. Estaba decidido a rechazarlo cuando pensé que igual era ella que había pedido prestado un teléfono para avisarme de lo sucedido. Al descolgar y decir diga esperé ansioso oír su voz.
Me quedé helado cuando el interlocutor se identificó como policía. Mi número se lo había dado un testigo del accidente que era vecino nuestro. Al parecer ella venía con prisa y en mitad del paso de cebra de la esquina se debió desmayar. Un camión de reparto (el mismo que me acaba de entregar el arbolito) no la vio, y menos estando tendida en el suelo, la atropelló involuntariamente.
A partir de ahí todos los demás detalles me resultaban ruido que no podía ni quería entender. A escasos cien metros de casa ella se desvaneció para a continuación ser mortalmente atropellada. Han pasado varias semanas, las que le quedaban para arreglar los papeles de su jubilación, y yo solo acierto a ver, entre mis lágrimas, la puerta de la calle y recordar ese: "Vete con Dios".
Mi único consuelo ha sido cuidar del alcornoque. Lo he trasplantado a una maceta algo mayor para que comparta tierra y agua con las cenizas de ella.
Amelie
Desde que laboralmente me lo puedo permitir cada otoño —mi estación favorita y no solo por ser sinónimo de mi aspecto y edad—, alquilo una cabaña para pasar unos días, o con suerte un par de semanas, antes de que el invierno asome y me pueda quedar allí aislado. Mi vida durante esas vacaciones de aislamiento entre la Naturaleza de montaña, es de lo más sencilla y sin horarios más que los dictados cada amanecer y su respectivo ocaso.
Fue, en mi segundo año de esta aventura, cuando al llegar al pequeño manantial que alimenta el riachuelo paralelo al camino la vi. Estaba justo al borde del regato bajo el chorro de la fuente, repanchigada como si tomara el sol pero completamente inerte. Su piel verde brillante contrastaba con sus grandes ojos negros y algo saltones. Me asusté al verla así y lo primero que me vino a la cabeza es que estuviese muerta.
Al aproximarme noté en su pecho un leve palpitar y me hizo concebir esperanzas que tuviera salvación. Aunque como enfermero soy un desastre (hasta los cactus de plástico se me acaban secando), la recogí y la llevé a la cabaña que tan solo estaba unos metros más adelante. Con sumo cuidado, y hasta con mimo, traté aquel ser para intentar que se recuperara. Me parecía tan hermoso que mi conciencia titubeaba acerca de mis altruistas intenciones.
Después de dejar mis cosas y preparar algo de comer, sin perder ojo a aquella belleza verde, no tuve ni tiempo para salir a ver la puesta de sol entre los picos; algo que me contrarió, y más, siendo mi primera noche allí. Mi paciente estaba, dentro de ese letargo casi mortal, estable con su débil latido; y me senté a su lado, con el ebook, dispuesto a pasar la noche de vigilia. Finalmente, el cansancio de las dos horas largas de caminata hasta la cabaña me paso factura, me dormí entre pesadillas acerca de aquella hermosa criatura, verde, y de grandes negros ojos.
La claridad de la mañana me fue despejando y aunque de momento me resistía a subir los parpados —no habría dormido ni horas en tan larga noche—, una fugaz sombra entre la luz matutina me hizo cambiar de idea al tiempo que me recordé de mi verde invitada. Frotándome los ojos miré al sitio donde se suponía que debía seguir aquella hermosa criatura. Al no verla se me cruzó por la imaginación que todo había sido un sueño y nunca existió. Con una sonrisa, como cuando se te quita un enorme peso de encima, me acabé de estirar girándome hacia la ventana para llenarme de luz.
Mi rostro se quedó en mueca al verla allí plantada mirando con sus grandes ojos negros, y ligeramente saltones, hacia el infinito a través del cristal. Yo, únicamente, acerté a decir un entrecortado buenos días. Para seguir con un tímido cómo te encuentras. Ella no necesitó volverse para darme la respuesta, en mi cabeza sentí una melodiosa voz que me dio las gracias, por haberla recogido y cuidado, mientras estuvo inconsciente.
La conversación mental prosiguió con la inclusión de imágenes como fotos y de secuencias, tal cual si fueran, de la película de los hechos. No tardé en comprenderlo y me alegré de haber sido yo, precisamente, quien la encontrara.
Bueno, yo por la esbelta silueta interpreté que su género era femenino, pero por lo que trató de explicarme acerca de su especie ellos son de todo —no pedí más detalles acerca de eso—; y que, según su estado de ánimo, predomina una u otra cosa. En cuanto al verde brillante de su piel es como mejor se sienten aunque pueden mimetizarse, como los pulpos o los camaleones, cuando les apetece.
Encontrarse con un o una extraterrestre en plena montaña fue una experiencia única que solo ahora, después de casi un año justo, me atrevo a descubrir. Nuestro encuentro tenía fecha de caducidad y las dos semanas que pasamos allí, en aquella romántica cabaña, no conciernen a nadie más que a nosotros dos así que los detalles; los dejo a la imaginación del lector. El caso es que su misión de reconocimiento llegó a su fin y en la última noche de nuestra estancia una pequeña nave monoplaza, muy similar a una peonza, vino a buscarla para trasladarla a la nave nodriza apostada en el lado oculto de nuestra Luna.
Ahora ya no me importa descubrir esto y dejar constancia, el año que viene hacia la primavera, se presentaran oficialmente a las diversas autoridades. Yo, por mi parte, la espero en la cabaña, me prometió volver y Amelie —la puse ese nombre porque en cierto modo me recordaba a la protagonista de dicha película— es de las, o los, que con su palabra cumplen. Esta vez la peonza en la que venga será biplaza y, cuando sea su partida, me llevará para continuar nuestra intergaláctica relación conociendo las estrellas un poco más de cerca.
Estraños en la noche
Cuando me trasladé a este bloque en las afueras de la ciudad fue obligado como todos, pero al menos esperaba encontrar algo de paz para mi espíritu. El caso es que no fue así para nada, a mi llegada el vecindario ya estaba casi al completo y tanto ellas como ellos seguían con sus rutinas. Yo intenté hacerme el simpático buscando conversación, pero aunque todos éramos adultos y mayores ellos parecían más viejos y aburridos. Si les sacabas de sus cansinos temas de conversación parecían quedarse en blanco y, salvo el breve saludo de cortesía, no compartíamos más temas en común.
A ellos les gustaba todo el santo día marear la perdiz con la política y por ende la economía, la cultura o temas más profundos eran tabú y desistí de intentar coloralos en los debates. Ellas, por su parte, seguían con el rollo de los cotilleos aunque en eso a muchos de estos intelectuales de cafetería también les gustaba meter baza. Solo había un par de beatas que, no sé a qué fin, se pasaban todo el día rezando. Yo con cada nuevo vecino intentaba buscar una conversación alternativa, pero no había manera y pronto fui el bicho raro de aquel enjambre. En cuanto a mi sentido del humor para ninguno de ellos tenía ni puta gracia.
Como en todas las historias románticas (o en muchas al menos) hay una chica, en este caso ya bastante talludita que llegó en mis horas más bajas (socialmente hablando) de esa particular comunidad. La mujer tampoco había recalado allí por gusto, pero después de oírla gimotear durante varios días decidí mostrar mi hospitalidad, máxime cuando no la vi muy participativa en las tertulias habituales. Después de todo allí yo era el rebelde y, si no quería quedarme aislado entre tanto chismorreo y salvadores del mundo, lo tenía que intentar.
Mi trabajo de acercamiento hasta la triste inquilina fue arduo y lento. Por nada del mundo quería que se hiciera una impresión equivocada o me viera como un oportunista; tiempo no me faltaba y ese empeño me ayudaba a superar el silencioso repudio del resto hacia mi persona. Yo, con algún saludo de vez en cuando y cortos comentarios sobre su estado, fui consiguiendo que ella pasará del sí o no a que me juntara algunas palabras más en sus respuestas.
Con el pasó el tiempo vi que ella se fue integrando también en las otras charlas del bloque. Resultó ser más inteligente de lo que a primera vista pudiera parecer por su lastimera llegada. Conmigo, se ve que acabé infundiéndola confianza, prefería hablar por las noches como dos extraños que se encuentran y sin recelo pueden compartir hasta sus más ocultos secretos. Se ve que hice bien mi trabajo porque ese nivel de confianza no lo tenía con nadie más.
Así fue como me contó su vida de mujer florero, elegida por ella misma para disfrutar de la vida sin preocupaciones económicas de ninguna clase. La otra cara de la moneda le llegó con el paso de los años al ser florero de segunda mesa o tercera, llegando un momento que hasta la segunda amante de su marido pintaba más que ella. Con el paso, de unos pocos años más, las flores de aquel olvidado florero se pusieron mustias del todo y sin expectativas de mejora alguna.
Finalmente, pudo llegar a un acuerdo el viejo cabrón de su último marido y con el divorcio consiguió una pensión vitalicia, pero tan pequeña como el apartamento a donde se tuvo que trasladar. Una noche, haciendo repaso de su vida, se dio cuenta qué se la había pasado como un maniquí de escaparate hasta acabar abandonado en un sucio almacén o directamente tirado a un vertedero. Así que esa misma noche quiso hacer borrón y cuenta nueva tomándose las seis pastillas para dormir que le quedaban.
Aquí cada quince años vencen los alquileres y los inquilinos, si los familiares no disponen otra cosa, acaban en una osera común para los restos. Yo fui precavido y, aparte del seguro de muertos, me compré un nicho en propiedad así que de aquí ya ni Dios me moverá. Mi nueva amiga, como buen florero, también hizo lo mismo cuando liquidó cuentas con su último ex y somos los únicos propietarios de este bloque. Así que, ahora que tenemos confianza y yo diría que hasta buena química, nos vamos a poder pasar toda la eternidad de cháchara sin necesidad de contar con los aburridos convecinos y sus cansinas conversaciones.
La más profunda amistad se da entre dos seres que son capaces de compartir sus respectivas soledades. (JM Vanjav)
Hola, JM:
ResponderEliminar¿Cómo decirte? ¿Cómo contarte? ¡Ya está! Me inventaré una palabra para sustantivar la categoría en la que clasificaré tus relatos excelentes: “relatentes”.
Me he divertido, intrigado, canturreado y tarareado con cada uno de tus relatentes. No sé qué te ha llevado a presentarlos fuera de concurso, cuando la convocatoria está aún vigente (soy nuevo en el “Tintero”). Imagino que es, sencillamente, una cuestión de libertad creativa.
Me parecen cuatro regalazos los que nos haces a sus lectores. Y el que cierres el último con una cita de tu personalidad literaria, lo encuentro súper relatente.
Un abrazo, JM.
Hola, Nino. Te agradezco de veras el cumplido e incluso la palabra me ha gustado a mí me suena como a relato vivo (latente), muchas gracias por el adjetivo de tu cosecha.
ResponderEliminarAquí, en El Tintero, se presenta a concurso un relato y luego fuera de concurso los que quieras. Puede ser que el segundo que se te ocurra o el tercero sean más redondos que el oficial, pero la cosa es participar y luego si La Fortuna te elige (aunque con el nivel de la competencia es complicado) ser seleccionado. Para mí es tan estimulante como divertido y una forma de animarme a practicar la escritura y aprender a escribir.
Sí, soy muy dado a frases y citas que a veces firmo para que nadie se pueda volver loco buscando la procedencia y aunque la mayoría sean perogrulladas a mí me gustan.
Gracias de nuevo por esta visita han halagadora (lo digo sin la ironía que me caracteriza) y suerte.
Buenas noches JM.
ResponderEliminar¡¡Pero qué exagerao!! No uno ni dos, CUATRO relatos extra, y con músicas suplementarias. Y encima, vas y los bordas.
Me han gustado los cuatro, por supuesto, pero "Vete con Dios" me ha dejado angustiada y triste. ¡Y eso que me veía venir el final! Pero me decía: Es JM, siempre da un giro para sorprendernos con el final... Y resulta que no, que te has decantado por la tristeza de lo inevitable (no hago spoiler, se supone que si alguien está leyendo esto, ya ha pasado primero por la lectura de los relatos). Pero además, no es una pérdida cualquiera, es necesario que la enfrente sin un adiós ni una despedida, o peor aún, con una frase final tan poco afortunada, que le va a seguir atormentando.
El final es desolador.
¡Felicitaciones! Me voy a recompensar con una copa de vino, porque tormenta como la que está cayendo + relato con lágrimas = demasiada agua.
Un abrazo cálido, JM.
Hola, Marlen. Pasa como con las canciones, las más tristes, parece que nos empatizan más. En ese relato en concreto el giro era ese, que sorprendiera el mismo protagonista a pesar de su complicidad. A veces hay que dejar las cosas así porque son imprevisibles (tenía pensado uno de esos giros que dices, pero esta vez fui rebelde) y cuando menos lo esperas… Bueno, yo creo que él ahora se encargará de podar y tener bien cuidado el bonsái; seguro que al hacerlo se reirá al ser un alcornoque como él, pero con las cenizas de ella en sus raíces.
EliminarMe parece bien lo de la copa de vino, casi me has dado envidia. 😁🥂🖐🏼
¡¡¡¡Yossss CUATRO!!!! ¿De dónde sacas muchacho tiempo y tanta imaginación?
ResponderEliminarPues nada, me los guardo, y ya te diré JM
Hola, Tara. El tiempo es relativo si me sale la historia de un tirón voy bien si no de culo. En cuanto a la imaginación, a medias entre peliculero e infantil, pero hay días de nada y menos.
EliminarGracias por pasar y agradecido porque los leas.
Saludos.
No me pude resistir y leí el primero de los cuatro, y que preciosidad de relato, JM, me ha encantado. Primero porque siempre o casi siempre ha habido un perro o dos en mi vida, literalmente ¿eh?, y es cierto que tienen un olfato desarrollado, es más, cuando saco a pasear a mi labrador y huele los traseros de otros perros, o sus orines cuando yo lo llamo “leer el correo”.
ResponderEliminarPorque nos engañaste en el mejor sentido del término, hasta medio camino creí que era un vecinillo sátiro.
Y por último porque hay ternura y amor a estos seres peludos y entregados de cuatro patas más sensibles generalmente que los de dos.
Los demás para otra ocasión. Muy bien escrito, sí señor.
Hola, Tara. Me sacas los colores con tu comentario y eso que disimulo. Me alegro de que te haya gustado y siendo un can el protagonista he visto que más por ello. Yo también creo que los perros huelen hasta nuestros sentimientos y estados de ánimo por lo que no me extraña que su compañía sea beneficiosa.
EliminarA los chuchos, como dices, en cuanto salen les gusta ponerse al día con el olfato y se lo merecen por aguantar el resto del día encerrado. Yo solo he sido amo provisional circunstancial y espero repetir.
Pues lo dicho, agradecido (de verdad) por la reseña y nos leemos.
Saludos.
Hola JM muchísimas gracias por los 4 relatos la verdad es que me aparecen muy buenos y únicos. Los he disfrutado muchísimo gracias por escribirlos y compartirlos. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Ainhoa. Yo te lo agradezco a ti, con comentarios así da gusto escribir estas historias aunque sean de un género un poco diferente al mío habitual.
EliminarSaludos y gracias.
4 en 1
ResponderEliminarVaya.... es un formato novedoso
je je, creo puedo intentar algo de ello....
sin embargo me ha encantado mucho lo del problema de los olores y pensandolo bien..... es algo con lo que los blogs no causa lio.
No hay olor en los blogs, y me alegro porque no se a que podria oler el mio....
je je.
si los olores son delicados en el mundo
Hola, Jose. Pues en tu teclado está que lo hagas, todavía hay tiempo para ello...
EliminarEn cuanto al olor de los blogs, discrepo un poco, hay algunos que de recargados huelen a rancios, otros a frescos (en cualquiera de la acepción de fresco), otros directamente a nada por insípidos. Bueno hay para todo los gustos, como en botica, y al menos son olores virtuales que no de esos que se te quedan en la nariz provocando arcadas.
Yo no soy de mucho olfato y creo que es una ventaja (en todos los sentidos), conozco gente que hasta con la comida le pasa y se ponen de los nervios.
Saludos
Bueno, al contrario que tu, los comentaré uno por uno.
ResponderEliminarEl primero me ha encantado, del verbo encantar. Nos conduces, no diría por la correa, pero casi, por un desfile de candidatas, seleccionando, rozando, con mirada recriminatoroa y todo, hasta una escena, muy bien trazada y escogida, donde cuando gruñe , se queda uno perplejo, pero cuando lo desvela inmediatamente, nos sacude la sorpresa. El percebe y el perro constituyen una magnífica simbiosis. Repito que es un texto genial. Destacó otra vez lo de sorpresa nada prevista. "Celestino" es un poco largo para nombre de perro
Abrazoo
Hola, Gabiliante, pues no puedo por menos que agradecerte el multi detalle. Coincido contigo que tener un chucho así sería una suerte. Una especie de perro lazarillo para las citas, menudo puntazo para los Percebes como yo, pero creo que de esos en las perreras no hay ni uno.
EliminarMe alegro de que te haya gustado y gracias por comentar.
Una excelente muestra de amor, disfrazada al principio de cotidianidad. La angustia de ña espera, que casi diempre deriva en otra cosa, está vez no. Me encantó la expresión de "todo me sonaba a ruido"es muy expresiva y esclarecedora. A buen seguro que va a ser el bolsas mejor cuidado del mundo
ResponderEliminarAbrazoo
Hola, de nuevo, Gabiliante. Esta historia que comentas es para mí la máxima expresión de lo insignificantes que somos. Nuestras vidas y rutinas cambian en un instante y lo roto, por mucho que queramos arreglarlo, siempre alguna pieza nos falta.
EliminarSaludos.
Cuando la encuentra, no he podido dejar de pensar que era una rana. Luego inmediatamente acotas que él es enfermero, para que no deberemos pensando que él es un rato (después del perro , ¿qué quieres?), pero no he podido dejar de pensar que era una rana gigante, ( pero por lo visto luego es más bien cono she-hulk). Supongo que no detalló el día de la primavera que viene... en cualquier caso, las vacaciones wuexse va a pegar el protagonista... son fichas de envidia.
ResponderEliminarSaludosss
Hola, Gabiliante. Sí, remarque lo de piel verde y brillante, para evocar algún tipo de anfibio o reptil que de ese color son tan llamativos como agradables a la vista. Lo de la prima de Hulk me vino después, pero a esa no todo el mundo la conoce. Mi ET woman era la opción que se me ocurrió para este imprevisto romance. Él podría prometerle La Luna y las estrellas sin ser fantasía o bravuconada romántica porque ella disponía de una nave espacial biplaza.
EliminarSaludos.
Hola de nuevo JM
ResponderEliminarTambién es original los títulos con nombres de canciones. En “VETE CON DIOS” me parece que hay ironía y una velada crítica a la exigencia de ella por no recoger la cocina, pues tenía que ir a “mirar sus cosas”, entre ellas los escaparates que la pillan de paso a su trabajo.
Visual a tope ese amago de portazo, para finalmente cerrar con cuidado la puerta (habla del carácter contenido de ella)
Me gustó como desarrollaste el final, un jubilado cuidando de su bonsai con la ausencia en su rostro (así lo vi)
¿Ves como eres un impaciente?, a mi humilde parecer, estos dos primeros cuentos, (aún no he leído los otros dos que faltan), para mi gusto, superan a "Mi querida Geisha", y mira que también era buena tu chinita.
Volveré...
Hola, de nuevo, Tara. Te agradezco que vayas desgranando tus comentarios relato por relato, eso lo primero. En este que comentas yo veo una relación llena de complicidad y buen humor por parte de la pareja fortaleciendo su estabilidad, esto extensible para cualquier pareja tanto amistosa como romántica. La acertada broma del alcornoque miniatura sirve al protagonista para poder continuar esa complicidad después del trágico suceso que le dejó sin ella.
EliminarFijo que mientras arregla el bonsái y lo riega, a partes iguales con sus lágrimas, le habla a las cenizas de ella como de costumbre recordando lleno de nostalgia sus charlas, discusiones y bromas.
Bueno, Tara, no te contradigo tu observación sobre publicar el primero, pero sí te puedo decir que sin él estos no habrían salido después. Es decir, mi mente así funciona, si espero al mejor relato puede que no llegue y luego con las prisas de fecha tenga que publicar lo primero que me salga.
Para mí el premio en este u otros concursos blogueros es la interacción con el resto, ser seleccionado o incluso ganador de un tintero me lo tomo como una utopía y disfruto participando, sin pretensiones más allá de mi imaginación.
Gracias de nuevo y, por aquí, fijo que yo estaré…
Muy buen relato, con tema de relaciones sociales postmortem (tema poco tocado). A pesar de que hay pistas importantes, hasta el final final, tampoco se adivina la naturaleza del bloque. Lo de los 15 años, te deja sin salida, hasta wue tu sbres la única posible.
ResponderEliminarAbrazzo
Hola, Gabiliante. Pues sí, coincido contigo que las relaciones de nicho no son muy habituales, las de fantasmas se llevan la palma en eso. Aunque igual, ambos, nos equivocamos y en su mundo haya una vasta biblioteca sobre el tema que nosotros, lógicamente, no podemos por nuestro estado leer.
EliminarYo, lo de pagar nicho, me parece un poco claustrofóbico y creo que con unas cenizas que abonen un poco la tierra voy que ardo.
Saludos y gracias por los cuatro comentarios.
AMELIE
ResponderEliminarHola hola. Creí que hablabas de una lagartija o lagarta y resultó ser una marciana con los ojos de Amelie, (veo su mirada). Una historia imaginativa contada con detalle.
Algunas comas o faltas de ellas, se nota la deprisa que escribes JM, despistes de fácil solución, pero lo que importa, la historia bien contada, y más aún que la criatura verde, me interesó el punto de vista del prota de tu relato. En definitiva, me gustó mucho.
EXTRAÑOS EN LA NOCHE con sorpresa y traca final. No me lo esperaba hasta casi el final. Bueno, al menos tendrá buena compañía por los siglos de los siglos y esperemos no Le toque de nuevo un inquilino aburrido y pesao.
¡La imaginación al poder!
Muy buena tus cuatro aportaciones JM
Hola, Tara. Como siempre te agradezco las recomendaciones. Lo de escribir no lo llevo mal, pero después de la segunda o tercera lectura correctora ya no distingo un punto de una coma y tengo que dejarlo para el día siguiente. Cuando acabe con lo de las votaciones me volveré a leer el relato a ver cuantas comas soy capaz de poner; seguro que hay algún párrafo que te quedas sin aire por no haber ni una pausa para respirar. 😁
EliminarYo más bien pensaba en un lagarto verde que son muy vistosos y llamativos, pero le daría el cambiazo por la alienígena al final. Este buen samaritano si da la voz de alarma por ese encuentro en la tercera fase se habría montado un Belén de campeonato y adiós a sus dos semanas de relax en la cabaña, se la jugó al ver que respiraba y acertó. 😁👍🏼
En el último relato ese vecindario de viejos llegados allí a la fuerza era una pista velada y meter a la señora suicida de vecina en enganche para seguir con la historia. Al final son los únicos propietarios de sus respectivos nichos y allí seguirán hasta que decidan que sus Almas estén preparadas para pasar a la eternidad juntas, primero hay que conocerse bien que la eternidad es muy larga. 😂😂😂
Gracias por pasar y comentar con tanto detalle Tara.
Saludos.
Hola JM. Me he leido el primero de los relatos y la verdad es que no caí en la naturaleza del narrador perruno hasta que cerca del final se menciona la correa. Bien jugado con la ambigüedad para llevarnos hacia donde tú querías. Al final las aventuras del can terminaron por formar una pareja. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge. Me alegro de haberte podido engañar en el buen sentido. La trama oculta la naturaleza del protagonista para hacer ese juego que comentas y finalmente salirse con la suya.
EliminarGracias por pasar y comentar. Un saludo.
Y es que el amor canino o felino, es de lo más tierno..., yo tengo una gato es mi compañero, ellos conocen cada detalle, y aqui tu protagonista, si que supo conocer el lugar, y también percibir quien sería la próxima ama. Abrazos virtuales desde Venezuela.
ResponderEliminarHola, Raquel. Sí, el instinto de los animales de compañía puede ser más de fiar que el de los propios humanos. Bien saben quien es o debe ser su amo o ama para tener una existencia más agradable entre personas.
EliminarGracias por pasar y comentar. Saludos.
Vaya lote de buenos relatos nos has regalado, JM. No sé con cuál quedarme. ¿El del perro celestino que consigue emparejar a su dueño con la vecina que mejor huele o el de la pareja madura? ¿Amelie con la forma de una extraterrestre o ese bloque de "pisos" con inquilinos de 15 años? Creo que el del perrillo es mi preferido, por engañarme hasta el final. También el de los nichos tiene una buena vuelta de tuerca pero donde se ponga un perrillo...
ResponderEliminarMuchas gracias por el regalo. Un abrazo enorme.
Cuatro, y de una tacada, Vajav, menuda productividad, qué envidia. A mi parecer son cuatro grandes relatos, en mayor o menor medida emocionales con lo que has conseguido que perdurara su esencia tras la lectura de los mismos. Quizás vea alguna de ellas más platónica como las relaciones mantenidas en el camposanto o la protagonizada por Amelie; o mucho más sensitiva la primera historia (me recordó gratamente al perfume de Süskind) ese amor involuntario e irracional; o terriblemente emotiva la protagonizada por "el cuidador del Bonsai". Me han gustado los cuatro por diferentes motivos, lo que valoro de un modo especial ya que creo que eso dice mucho de tu capacidad creativa como narrador. Felicidades, Vanjav.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Carles. Vaya halago tan generoso me haces al decir que las cuatro historias te gustan y por diferentes motivos. No voy a decir que me siento abrumado, pero sí muy agradecido (de veras) porque en lo de escribir soy como un aprendiz crónico y sin prisa porque plasmar las ideas con palabras es todo un desafío, una cosa es imaginarlas y otra escribirlas después (lo de corregir y puntuar, para mí un infierno).
EliminarMuchas gracias por pasar y comentar. Saludos
¡Hola, JM! Te iba a decir que me dejas ojiplático con la manera en la que has aprovechado el reto, pero como ya conozco tu enorme imaginación y productividad, cuatro casi me parecen pocos, je, je, je... Pensaba que estarían ligados de alguna manera, pero no. Has logrado una terna de historias impecables y cada una de ellas con su propio estilo y tema. El perro con su ama, simpática y sorpresiva; la pareja que se pierde en discusiones irrelevantes, y que la desgracia le hace darse cuenta de ello de la peor forma (muy bueno, ese regalo del alcornoque, a buen entendedor...) Deja poso y nos hace ver la vida de otra forma; una relación imposible como la de ese alien y el humano, narrada con una ternura a lo Bradbury; y por último, un guiño a Halloween con ese relato en el que logras despistarnos hasta que el final, cobrando el relato una dimensión nueva. Muy visuales y entretenidas lecturas. Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarHola, David. Tú también me sacas los colores con tu comentario. Con la temática que es he tenido que trampear con engaños y despistes para hacer las historias, pero es un desafío y cuando he tenido alguna idea me he tirado a la piscina esperando que hubiera agua suficiente (con esta sequía a saber) para salir a flote sin darme el batacazo.
ResponderEliminarMe gusta tu análisis pormenorizado diciendo algo bueno de cada relato, que te compro sin rechistar (faltaría más).
Te diré que la culpa es tuya y del Tintero y, por supuesto, de todos los compañeros. Me sacáis el espíritu participativo y me sirve para practicar la escritura; que tan bien le viene bien a mi verde gramática y puntuación (a veces) disléxica.
Gracias por esta visita comentada y saludos.