Publicado originalmente en:
https://jmvanjav.wordpress.com/2021/02/03/concurso-de-relatos-xxv-edicion-wilt-de-tom-sharpe/
Ella y este menda pareja desde antaño
Jacinta mi mujer, o Cintuca para todos los demás, siempre presumía de no padecer estreñimiento; tema recurrente en este pueblo después de hablar del tiempo. Pero, en cuanto llevara tres días sin vaciar la tripa, ya no había marido, vecino o extraño quien la aguantara. Hasta los mastines de Cosme el mulero, a su paso, escondían el rabo entre las patas gimiendo como cachorrillos; ya habían probado su vara de avellano, por lanzarla un triste gruñido, en mitad del hocico y de propina en el grifo de su aparato urinario. Yo eso se lo arreglé echando sobres de laxante en el azúcar, del que también alardeaba ni probarlo solo una pizca en el café; ¡Si! y otras dos o tres a escondidas, como si esas ya no contaran. Desde esa misma mañana, la cisterna empezó a sonar con la misma regularidad que la del reloj de la plaza a medio día.
Ella, era buena cristiana de cotilleo de velatorio y misa de funeral, pero rencorosa aún más. Que yo tuviera razón en algo era superior a su condición; por ello, hasta que no me lo hiciera pagar con creces, no descansaría en paz ni muriéndose. Tanta regularidad fisiológica la debió poner, en sobre aviso de mi acertada argucia. El perdón es divino; pero aquí en La Tierra, quien se la hace, se la paga. ¡Qué, buena es ella, para perdonar! y menos olvidar semejante burla intestinal, aunque a su atascado vientre la viniera divinamente.
El día que me pilló tomando un chupito, de la botella que yo bien escondía envuelta entre los manteles de la alacena, en vez de la bronca habitual, fue como mi cómplice; y se calló igual la sota de bastos antes de comerse al rey de copas. Yo pensé que había tapado a tiempo el vasito con la palma de la mano y no me había llegado a ver; error de viejo, corto de vista y torpe. Ahora que ella, ya sabía donde este menda escondía la bebida, le faltó tiempo para echarle a mi querido licor de hierbas de cincuenta grados, el polvillo de alguno de sus tranquilizantes. Total solo para controlar cuantas visitas al día yo le hacía a la alacena, por los bostezos que su pócima me hacían dar; diciéndome además, con mucha sorna, que me tomara para mejor descansar una tila antes de acostar.
Tuvimos una temporada bastante tranquila, mientras ella defecaba regularmente, siguiéndole por ese mismo desagüe su mala leche. Yo, con una cabezadita por la mañana y otra después de comer, no la molestaba en sus quehaceres domésticos compaginados con un fiel seguimiento de los cotilleos televisivos. Pero como todo se termina así nos ocurrió a nosotros, el azúcar primero y mi botella justo a continuación. Ambos repusimos existencias, pero esta vez sin adulterar, por mutuo descuido u olvido, con lo que volvimos a las andadas de la bronca diaria.
Nos dimos cuenta, a la vejez viruelas, de que discutiendo estábamos mucho mejor; sobre todo si empezábamos desde bien temprano como en el desayuno. Por la mañana ni nos hablábamos, a la hora de comer tampoco nos mirábamos, y en la siesta ni nos rozábamos. Lo mejor venía en la sobremesa de la cena, soltábamos todas las tensiones con un sexo salvaje y despiadado que buenamente podía durar hasta la segunda vez que nos levantábamos de la cama para ir a orinar. ¡Qué insultos! Vaya vejaciones verbales nos decíamos, mientras nuestros pies enlazados iban entrando en calor, no había obscenidad que de nuestra boca no saliera disparada como posta lobera. Al principio, mi repertorio de barbaridades, a ella la terminaba abrumando, y refunfuñando se acababa durmiendo. Después, su viperina lengua empezó a soltarse, y no se dejó animal del pueblo, con nombre y propietario, con el que yo no hubiera tenido las más íntimas y asquerosas relaciones. Ahora, soy yo el que finge roncar, como última y desesperada defensa.
En este último otoño noté a Jacinta rara, dejó de mirar los cotilleos televisivos y me dijo que se encontraba mal, que cualquier día me quedaría solo. Fue dicho y hecho, para superar el vacío que ella me había producido, empecé a ir al bar cada tarde. No me sirvió de mucho, nunca fui yo de echar la partida en la taberna. Y así es como, después de mi siesta, acabé yendo al cementerio para volver a estar con ella. Allí estaban todas las comadres, no faltaba ninguna, en una mesa del chiringuito, mitad cafetería y mitad floristería, de la entrada del camposanto; destripando por igual a vivos y muertos. Yo me uní a esa tertulia, tan enterada de la actualidad vecinal, a tomar mi cafetito acompañado de una espiritosa copita. Por supuesto, sentado al lado de mi Jacinta y poder rozarnos con el codo o la rodilla de vez en cuando, para empoderar algún chisme de ese frívolo noticiario local.
La vida en pareja es así de simple, ser nosotros mismos. Y decirnos una bestialidad es la mejor prueba de CCC, confianza, compenetración, y complicidad. Si de jóvenes, verdes y bobos, nos pudimos soportar; ahora, siendo dos viejos cascarrabias que no se muerden la lengua, seguimos durmiendo abrazados, importándonos una mierda todo lo demás. De hecho, si nos visita algún vecino pelma o un pariente sin prisa, cuando nos cansamos de su presencia, empezamos una de nuestras sonoras broncas domésticas para que salga espantado; y con suerte, no vuelva más.
Beautiful blog
ResponderEliminarThanks, very much.
EliminarNi contigo ni sin ti tienen remedio mis males, tantos años juntos que hasta las broncas unen.
ResponderEliminarDivertida historia.
Un saludo y feliz domingo.
Hola, Ángel. Siento el retraso, tengo este blog durmiente y entro solo de vez en cuando. Gracias por comentar y tienes razón, siempre hay que buscar algo para que el aburrimiento no acabe en desidia aunque sea regañar y hacer teatro con las visitas inoportunas. Saludos 🎅🏼🖐🏼
EliminarLa vida en pareja a mi opinión no es muy simple.
ResponderEliminarHola, yo opino lo mismo si no se encuentra el equilibrio que la mantenga. Saludos 🎅🏼🖐🏼
EliminarLa fuerza de la costumbre hace que uno eché en falta hasta las broncas.
ResponderEliminarBuena historia para la tertulia con los amigos.
Un saludo
Hoy solo vengo a saludarte porque no voy mal de tiempo, lo siguiente. Así que como tengo pendiente de ti, en cuanto me despeje de obligaciones y tengo una semana de vacaciones, doy un repaso.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Hola, Maga. No hay problema alguno, mira cuando contesto yo. Tengo este blog hibernando y ahora mismo invernando. A ver si me espabilo y le doy algo de vidilla aunque sea reblogueando lo del otro aquí. Gracias por pasar. 🎅🏼🖐🏼
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Divertidísimo! Verdadera inspiración en Wilt. Enhorabuena, magnífico relato.
ResponderEliminarHola, Mercè. Muchas gracias me alegro de que te haya divertido. Tengo que actualizar este blog que lo tengo de durmiente.
EliminarUn saludo.
Te invito a pasar por nuestro blog porque hay un regalito para vos
ResponderEliminarhttps://somosartesanosdelapalabra.blogspot.com/2022/02/estamos-de-festejo.html
me encanta lo que has escrito
ResponderEliminarHola, muchas gracias.
EliminarTe pagaron por escribir?
EliminarHola, no, claro que no. Aquí mi premio es participar y compitiendo así, en estos concursos, voy aprendiendo a escribir.
EliminarHola, JM:
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato. Evoca la agilidad que recuerdo en descripciones y diálogos de Sharpe. Haces un uso muy funcional del lenguaje, cada palabra cuenta. Todo un estímulo el haberte leído, JM.
Hola, Nino. Me alegro de que te gustase tengo que despertar este blog e ir pasando las entradas del Tintero como empecé a hacer y dejé de lado.
EliminarSeguro que ahora ya andaré más por aquí
Saludos y gracias por la visita.