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martes, 25 de junio de 2024

CONCURSO 42 ed, LA METAMORFOSIS (fuera de concurso)

 

CONCURSO 42 ed, LA METAMORFOSIS (fuera de concurso)

El origen de todo



Anoche me acosté, como de costumbre, pasada la una, es mi hábito para que las seis horas que suelo dormir no me cojan de madrugada si me echara a una hora más temprana. El caso es que me acabo de despertar y la negrura es tan invisible a mis ojos como sólida al resto de los sentidos, sin percibir nada en absoluto, salvo mis propios pensamientos.

Sé que estoy despierto y no es un sueño o pesadilla porque desde mi negro camuflaje puedo controlar toda la puesta en escena; moviéndome, o palpando mi cuerpo, para notar su presencia. Ahora dudo de ese supuesto control, puesto que me imagino el tacto con la cama al girarme o la textura de mi propia cara.

Pienso que estoy de pies y ando atravesando la oscuridad, pero no percibo contacto alguno con el suelo, aunque tengo en mi mente el concepto de dar pasos en alguna dirección, lo mismo que la de llevar los brazos extendidos por si hubiera algún obstáculo en mi camino.

Tampoco oigo sonido alguno, haciendo que este silencio aumente mi sensación de desorientación, entre la negrura que me rodea y envuelve con tanta espesura. Mi paladar también se ha quedado inerte a cualquier sabor, imagino que me estoy mordiendo con fuerza la lengua, o tragando saliva, sin sentir nada.

Únicamente me queda ya explorar el olfato, nunca fue mi sentido más desarrollado, pero sí para diferenciar los olores, sobre todo siendo fuertes y desagradables, pero tampoco hay respuesta alguna. Ahora me siento como un ente desconexionado con su entorno, pero tan vivo como consciente de ello.

En otras condiciones esta no percepción de los sentidos me habría causado taquicardia y sudores fríos de angustia, pero el miedo también parece que me ha abandonado. Definitivamente, me he pasado al lado oscuro y mi siguiente duda, muy razonable, es si mi consciencia actual es de un ser vivo o durmiendo, me he muerto para despertarme en este literal negro más allá.

Con este último pensamiento chequeo en mi memoria buscando recuerdos olvidados, o tratando de llenar esas lagunas de datos y nombres, que tan de cotidiano en vida me llegaban a poner de los nervios. Pues sigo igual, me acuerdo de mis viejos amigos por su mote o diminutivo, pero sigo siendo incapaz de recordar sus apellidos.

Por cierto, no he dejado de caminar, aunque sea como un fantasma desde que empezó esta historia, y ya ha debido pasar un buen rato. El caso es que no noto cansancio alguno, ni siquiera en los brazos que pienso llevo extendidos para evitar tropezarme. Como sea así, toda la eternidad, vaya aburrimiento, paso de que mis sentidos se hayan desconectado; pero que no me hayan vuelto todos esos recuerdos olvidados, con el paso de los años de mi vida, me parece una mierda.

Yo, siendo ateo convencido, no tengo Dios a quien reclamar y diría que es muy frustrante, pero tampoco me cabreo por ello. Encima de un insulso, sin percepción alguna, ahora también soy un pasota, por lo que ni necesito el tan implorado recurso del pataleo; vaya mierda de película es esta de estar en el barrio de los muertos, como no ves ni oyes ni nada, podemos estar rodeados de gente igual que nosotros (muertos) sin enterarnos.

Ahora pienso en pararme como señal de rebeldía y protesta, pero como no me canso y nadie me va a ver, que me daría lo mismo. Dando una vuelta a esto, filosofando como diría aquel, le veo su lógica a que el Universo supuestamente infinito, en su mayor parte, sea solo vacío. Y ahí, invisibles para nosotros, los muertos y para los vivos al no tener materia, esa nada sea el cementerio universal. Joer estoy sembrado, acabo de descubrir el misterio de la Vida y del Universo como si fuera una adivinanza infantil, soy la hostia aunque nadie más lo sepa.

—¡Ah, qué cansado me encuentro! Tengo las piernas como si hubiera estado toda la noche caminando y los brazos me duelen más que cuando me apunté al gimnasio y me quise poner en forma levantando pesas. Voy a ver si me acuesto primero y ceno más ligero, no puede ser que el despertador me haga saltar de la cama como a una rata que ha pisado un cable eléctrico pelado. Pero lo que no acabo de entender son los moratones que tengo por todo el cuerpo, parece que me han dado una golpiza profesional, me duele todo. Esta noche me pongo una cámara de vigilancia en el cuarto, a ver si resulta que tengo un vecino cabrón que viene a darme una paliza mientras duermo. Algún chismoso me habrá visto en la farmacia coger los somníferos que me receta el médico de familia (por mis problemas de insomnio) y como yo soy el viejo cascarrabias de la comunidad se vengan así, cuando más indefenso estoy. Pero, qué gente más mala, hay hoy en día. Bueno, voy a tomarme un café bien negro a ver si me espabilo.

Respiro el aroma de mi café recién hecho y al contemplar su negrura, mientras lo soplo para no quemarme, me viene un vago recuerdo.

—Anoche soñé algo como que resolvía el gran misterio de la vida, pero no recuerdo cuál era. Esta memoria mía siempre me hace la misma jugada, ni que yo fuera sonámbulo.