MICRORRETOS: DE LA ESCENA... ¡AL MICRO!
Da la cara julandrón
El eco de unos pasos desacompasados rompe el silencio de una fría noche otoñal entre sus desalmadas calles. Una escasa iluminación, casi sepulcral, y el repiqueteo de mis pisadas por el adoquinado suelo hace, si cabe, más desapacible mi deambular por las mismas.
Para la bebida siempre he tenido buen aguante, pero en estos tiempos de escasa solvencia he tenido que ir a lo más barato y eso parece que me afecta en mayor medida. Al menos, los ardores de estómago me inhiben del frío en tan desapacible noche: y ese alcohol de garrafón en sangre también me ayuda a nublar el cerebro de mis tormentosos y contradictorios pensamientos.
Doblando la esquina percibo un doble eco de pisadas, me vuelvo instintivamente, al tiempo que veo una fugaz sombra ocultándose en el quicio de un soportal. Me acerco para exponer a mi perseguidor, no tengo la noche propicia para jueguecitos. Únicamente percibo la puntera de unos buenos zapatos que sobresalen quedando el resto de la silueta mimetizada entre la oscuridad. Un pequeño gato se acerca y empieza a ronronear a sus pies, eso me hace dudar de las malas intenciones de mi oponente.
Así todo, le grito, le interpelo con acritud, para que se dé cuenta de que no me ha pasado desapercibida su presencia. Tengo éxito porque en la casa de enfrente se enciende una luz ante la escandalera de mi regañina. Ahora, como si se hubiera levantado el telón, veo las cínicas facciones, y tan familiares, de mi acechador.
(250 palabras más el título)