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sábado, 6 de noviembre de 2010

Perogrulladas

Volviendo a los orígenes del blog, mis tonterías profundas no son mas que perogrulladas con algo de acierto o ninguno. Todos tenemos algo de este personaje, nos guste o no, obviamos los evidente, nos ocultamos respuestas y evitamos hacer ciertas preguntas por miedo a la contestación. Por eso la primera puede ser:
  • La sabiduría empieza en uno mismo. Con tantos canales de información como tenemos y la gran cantidad de datos que procesamos continuamente es lógico que cada uno de nosotros sea su propio centro del saber. No es cuestión de ser el mas inteligente, ni el mas rápido resolviendo problemas, es simplemente ser consciente de nuestras facultades y usarlas adecuadamente sin miedo al ridículo o a equivocarse. Al no ser perfectos, continuamente meteremos la pata y hablaremos mas de la cuenta. La parte positiva es que tendremos mas datos, informaciones y experiencia en la mas dispares situaciones. 
Ahora que sabemos que somos seres inteligentes y lo practicamos podemos pasar a la siguiente fase:
  • Los niños comienzan a andar cuando se atreven a dar el primer paso. Es evidente por si misma, nosotros todos los días tenemos que andar en la vida y todos los días tenemos miedo de algo. Con semejante perspectiva evitamos dar el paso, olvidando conscientemente que somos inteligentes, y si nos va mal siempre podemos levantarnos y volver a intentarlo. En eso, precisamente, consiste el juego de la vida, en andar y seguir adelante.
Lo hemos intentado todo o casi y nos sentimos capaces de afrontar lo que sea, pero cuando topamos con los sentimientos volvemos a gatear:
  • La última palabra en los sentimientos la debe tener el corazón. En estas situaciones, en concreto, buscamos respuesta en la razón como si fuera un objeto medible y cuantificable. La realidad es que, cuanto mas queramos racionalizar los sentimientos, mas dudas y mas confusión encontramos. El corazón es coherente y consecuente y deja de serlo, precisamente, cuando se mete el sentido común donde no lo llaman. La prueba y los resultados son evidentes, no creo que nadie se haya librado, salir de un trance semejante andando erguidos no es tarea fácil. 
Para esta primera entrega voy a acabar con una que es tan cierta como simple:
  • No se puede perder lo que no se ha tenido pero si echarlo de menos. Esta vale tanto para las cosas materiales como a las otras. No nos damos cuenta pero pero es algo que se suele hacer con bastante frecuencia. Cuando se desea algo su añoranza puede ser muy grande, pero no se puede igualar si lo añorado es algo que se ha perdido.
Las cosas evidentes son así están delante nuestro y no las vemos. Afortunadamente, cuando nuestra ceguera es provocada por nuestras acciones o por la falta de ellas, tiene cura. Y nuestra madurez ante las situaciones sera la encargada de ir quitándonos el velo de los ojos o de ponernos las gafas debidas.

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