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miércoles, 6 de diciembre de 2017

El héroe de las pesadillas

En esta sociedad, tener una existencia gris realimentada diariamente de las rutinas cotidianas, es algo tan común como sus habitantes. Todos los días repetir los mismos procesos, a las mismas horas, es el biorítmo plano de nuestra existencia. Los findes, cambiando el escenario y las actividades, ocurre lo mismo, diversión rutinaria; al final solamente somos un engranaje de nuestra vida.

En este marco nuestro héroe, además, arrastra una rutina sentimental de aislamiento  producida por un distanciamiento con su pareja; casi seguramente, por la repetición de los cafés de media tarde, por las sesiones de cine cada fin de semana, por ver la enésima temporada de una serie y hasta por los paseos, por las mismas calles, al salir del trabajo día tras día.

Una existencia gris, remarcada del mismo color, pasa todavía más desapercibida, es como intentar diferenciar un grano de arena de otro en una playa. El caso es que tiene su precio y por las noches, desde hace tiempo, ya es rutinario que se duerma y se despierte varias veces, totalmente angustiado, perseguido por pesadillas que no consigue recordar.

Sus últimos quince años de sus rutinas en pareja y los treinta de su vida laboral campan a sus anchas, en cuanto cierra los ojos, sin darle tregua. Y en el duermevela de toda la noche, no es capaz de retener una sola imagen, de esos fantasmas que lo atormentan. Cada día se acumula, como una pesada losa sobre él, hasta que llegan los fines de semana; desbordado y exhausto, se los pasa en estado zombie, tratando de recuperar lo suficiente para volver el lunes a empezar.

Este lunes hizo tres llamadas:
  1. La primera al trabajo, para pedir una semana de vacaciones, o les llevaría una baja por depresión.
  2. La segunda a su ahora mejor amiga, y hasta hace unos meses compañera, para que hiciera lo mismo.
  3. La tercera fue una reserva en un hotel, de cuatro estrellas, lujos los justos, en la otra punta del país.
Ese lunes los dos rompieron todas las rutinas, se fueron de viaje sin contar con nada ni con nadie; el trayecto les llevó casi todo el día, fueron por carreteras regionales y comarcales, parando a menudo para disfrutar de las vistas; comieron con tranquilidad, e hicieron sobremesa, a pesar de tener que seguir camino; en el coche, se contaron muchas cosas, hablando como si se acabaran de conocer. Y, cada vez que se miraban, se les escaba una sonrisa de complicidad. JM Vanjav WordPressIMG-20150522-WA0001

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