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miércoles, 6 de diciembre de 2017

El espejo del tiempo

Cuando me cambié de domicilio, en mi nuevo hogar, justo al final de pasillo había una salita seguramente de costura; tenia un gran ventanal al exterior y, como segunda pista, un espejo grande abatible que había quedado allí como único mobiliario.

Por la luz natural y su orientación al Sur, me la quede como mi zona vip. La puse, dos estanterías de libros en escuadra, una pequeña mesa y mi butaca favorita; el espejo se quedo al lado de la ventana reflejando la luz al extremo contrario de mi santuario. De hecho bautice la estancia, como la Sala Media, un toque freak sobre mis gustos literarios.

No fue hasta el cabo de unos meses cuando me percaté de la magia del, ahora mio, espejo de costura. Sí, un día mirando el tiempo que hacía en la calle, al volver la vista me vi reflejado en el espejo, tuve una sensación confusa e instintivamente me miré con más detenimiento.

Estaba claro, que era yo el de la imagen reflejada, pero había algo que no me cuadraba del todo. Esa noche había dormido bastante regular y tenia las ojeras bien marcadas, pero mi imagen aparecía como si acabara de salir de un salón de belleza.

No le di más importancia al tema pensando que la imaginación me había hecho ver un espejismo. Unas semanas más tarde, convaleciendo de un resfriado de cuidado, casualmente volví a cruzar la mirada con mi yo del espejo. Aquí, no di un salto hacía atrás, porque ya tenia bastante mal cuerpo y la acrobacia me podía costar algún hueso roto.

El atuendo era el mismo, la bata, la bufanda y el pantalón de andar por casa; en cambio, mi cara era la de un pimpollo, sin papada, con bastante más pelo, ni una arruga y con la mirada nítida. Esta vez, me fui rápidamente al baño a contrastar la imagen, y la realidad, me devovió tanto lo que me faltaba, como me quito el pelo que de más tenia.

En los siguientes días, mientras me acaba de reponer del resfriado, hice mil y un ensayos para tratar de determinar la naturaleza de esos cambios de aspecto entre un espejo y otro. Al final llegué a una conclusión, demostrándome la hipótesis que formulé: el espejo de costura reflejaba aquello que mi imaginación quería ver. Y lo mismo había veces que me quitaba unos meses, que de golpe aparecía con veinte o treinta años menos, según mi deseo.

Ahora, que se la magia de mi espejo de costura, acerté en dejarlo en, la Salita Media, mi santuario particular. El verme mejor y más joven no me cambia realmente el aspecto, en cambio, por dentro si me siento rejuvenecido y pletórico para hacer cosas que por mi presencia nadie creería.

 JM Vanjav WordPress

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