Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.
El tiempo se había acabado, ninguno dábamos crédito a semejante acontecimiento, la gente miraba, los parados relojes, y se sentía extrañada. Habíamos ganado al inexorable y todavía no eramos conscientes de ello.
La pelea contra el tiempo fue dura y muy larga, generaciones y generaciones luchando contra un invicto rival. El enemigo no tenía cara sólo un interminable ejercito de segundos; lo minutos, que controlaban a los anteriores, también eran legión. Y de las horas que mandaban a los minutos, mejor no hablar, eran interminables y agotadoras.
Siguiendo con la estructura de nuestro rival, los días, controlaban cada uno a veinticuatro horas, nos daban algún respiro en la lucha diaria, pero también acababan sumando una miríada. La semanas, los meses y los años eran los mandos superiores y con esos el contacto era menos frecuente, de hecho, los lustro sólo comandaban a cinco años y, con los dedos de las manos y alguno de los pies, podríamos contar todos los que hemos visto en nuestra vida.
Los más mayores del lugar, veteranos de la guerra de toda la vida, hablan de haber conocido hasta dos siglos, algo inaudito y excepcional.
Bueno, ahora estamos todos aquí, en esta pasarela, donde el tiempo ya no existe, esperando nuestro próximo destino. Al fondo se ven una bifurcación, unos que tengo al lado dicen que son los desvíos para el Cielo y el Infierno.
Yo, como buen ateo practicante, tiraré por la calle de en medio :)
El tiempo se había acabado, ninguno dábamos crédito a semejante acontecimiento, la gente miraba, los parados relojes, y se sentía extrañada. Habíamos ganado al inexorable y todavía no eramos conscientes de ello.
La pelea contra el tiempo fue dura y muy larga, generaciones y generaciones luchando contra un invicto rival. El enemigo no tenía cara sólo un interminable ejercito de segundos; lo minutos, que controlaban a los anteriores, también eran legión. Y de las horas que mandaban a los minutos, mejor no hablar, eran interminables y agotadoras.
Siguiendo con la estructura de nuestro rival, los días, controlaban cada uno a veinticuatro horas, nos daban algún respiro en la lucha diaria, pero también acababan sumando una miríada. La semanas, los meses y los años eran los mandos superiores y con esos el contacto era menos frecuente, de hecho, los lustro sólo comandaban a cinco años y, con los dedos de las manos y alguno de los pies, podríamos contar todos los que hemos visto en nuestra vida.
Los más mayores del lugar, veteranos de la guerra de toda la vida, hablan de haber conocido hasta dos siglos, algo inaudito y excepcional.
Bueno, ahora estamos todos aquí, en esta pasarela, donde el tiempo ya no existe, esperando nuestro próximo destino. Al fondo se ven una bifurcación, unos que tengo al lado dicen que son los desvíos para el Cielo y el Infierno.
Yo, como buen ateo practicante, tiraré por la calle de en medio :)
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