En los tiempos actuales, con prisas para todo, nuestra susceptibilidad se mueve en los limites menos civilizados de nuestra personalidad. Así es normal ver como, por una pequeña contrariedad, se descarga una agresividad, a veces, no solo verbal, contra la persona que provoco esa detonación, de nuestra parte mas oscura.
Todos tenemos nuestros días malos (algunos esperamos que venga alguno bueno de vez en cuando), y estos son los mas propicios, para saltar sobre el primero que nos diga algo. Si nos conocemos un poco, no debemos dejar que se nos agote la paciencia, y una pizca de ira controlada, con algo de teatro histriónico, sienta mejor que el zumo de naranja matinal :-)
Esta claro que, si es desmedido nuestro ataque de ira, corremos el riesgo de perder los papeles y embriagarnos de ella. Ser viciosos de algo puede ser censurable, pero estar viciados por algo, es lo mismo que estar poseídos y ya son palabras mayores. La ira controlada, como la válvula de la olla a presión, avisa que se esta poniendo la cosa caliente y chufla para soltar presión.
Hay quien lo guarda todo esperando el momento oportuno para lanzarlo a bocajarro. Esto se llama rencor y sirve de alimento a los malos instintos como la alevosía, traición o nocturnidad (parece una sentencia con agravantes). Es algo que se enquista y envenena la sangre con una sed de revancha, generalmente, desproporcionada. Y cuanto mas pasa el tiempo, mas afecta e infecta a la razón.
La ira controlada, y sin abusar de ella, es un punto de inflexión positivo para el estrés diario. Además los que nos conocen, ya no pican con nuestros aspavientos, pasando de nuestra representación, y nosotros, a los cinco minutos, ya estamos como siempre. En cambio, los que usan el rencor, no son coherentes consigo mismos, todos nos equivocamos y si a los demás se la guardamos, por qué no hacemos lo mismo con nosotros? ...
Yo soy el primero que, si fuera rencoroso, hace tiempo que tendría que haber dejado de dirigirme la palabra :-)
Todos tenemos nuestros días malos (algunos esperamos que venga alguno bueno de vez en cuando), y estos son los mas propicios, para saltar sobre el primero que nos diga algo. Si nos conocemos un poco, no debemos dejar que se nos agote la paciencia, y una pizca de ira controlada, con algo de teatro histriónico, sienta mejor que el zumo de naranja matinal :-)
Esta claro que, si es desmedido nuestro ataque de ira, corremos el riesgo de perder los papeles y embriagarnos de ella. Ser viciosos de algo puede ser censurable, pero estar viciados por algo, es lo mismo que estar poseídos y ya son palabras mayores. La ira controlada, como la válvula de la olla a presión, avisa que se esta poniendo la cosa caliente y chufla para soltar presión.
Hay quien lo guarda todo esperando el momento oportuno para lanzarlo a bocajarro. Esto se llama rencor y sirve de alimento a los malos instintos como la alevosía, traición o nocturnidad (parece una sentencia con agravantes). Es algo que se enquista y envenena la sangre con una sed de revancha, generalmente, desproporcionada. Y cuanto mas pasa el tiempo, mas afecta e infecta a la razón.
La ira controlada, y sin abusar de ella, es un punto de inflexión positivo para el estrés diario. Además los que nos conocen, ya no pican con nuestros aspavientos, pasando de nuestra representación, y nosotros, a los cinco minutos, ya estamos como siempre. En cambio, los que usan el rencor, no son coherentes consigo mismos, todos nos equivocamos y si a los demás se la guardamos, por qué no hacemos lo mismo con nosotros? ...
Yo soy el primero que, si fuera rencoroso, hace tiempo que tendría que haber dejado de dirigirme la palabra :-)
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