CONCURSO DE RELATOS 36ª Ed. EL PENTAMERÓN de Giambattista Basile
La posada de El Bosque de las Sombras
El Bosque de las Sombras es la tierra de nadie que separa El Reino del Valle de El Ducado de la Montaña. La leyenda cuenta que Uthar el viejo, consumido por una envidia atroz hacia su primer ministro el duque Zor, lo desterró con toda su casa a las abandonadas minas de la montaña esperando que, durante el crudo invierno, todos sucumbieran. Pero, gracias a las innumerables grutas y galerías el nuevo ducado consiguieron sobrevivir, encontrando además nuevas y fructíferas vetas de metales y hasta de piedras mágicas.
Con el paso del tiempo las nuevas generaciones de ambos dominios habían establecido unas fructíferas relaciones comerciales, aunque no exentas de traiciones y continuas conspiraciones. De hecho, el nombre de Bosque de las Sombras viene porque en él habitamos todos los repudiados, tanto del llano reino como del escarpado ducado. Cuenta con una aldea, en el único claro del mismo, siendo su posada el punto de reunión tanto de avarientos comerciantes, como de siniestros contrabandistas, que viene a ser lo mismo.
La regencia de tan significado lugar está en manos de Halley, una ya vieja hada cuya magia blanca en el reino fue sustituida por las oscuras pócimas y sortilegios de Mist, una joven bruja que también supo hechizar al rey Damas. Crok es el otro cincuenta por ciento de la posada, soy yo, y me escapé del Ducado de la Montaña antes de ser despeñado por falso vidente. La verdad es que tengo presagios y visiones muy nítidas, pero luego la mayoría de ellas ni por asomo llegan a cumplirse o evitarse. Halley y yo formamos una buena pareja (comercial) y de borracheras a escondidas; pero, como buenos cómplices, compartidas.
A mi compañera y a mí no nos consume el rencor, ni el odio hacia nuestros respectivos detractores, pero en la posada tanto a los que suben como los que bajan les cobramos algo más que a los demás. Así todo, el recuerdo del escarnio y la humillación, nos lleva con cierta frecuencia a dar buena cuenta de nuestros mejores barriles; suerte que Halley todavía se acuerda de la fórmula del filtro antirresaca y a la mañana siguiente nadie se percata de nuestras particulares bacanales.
Una faceta que nadie conoce de estos posaderos tan alegres es que, las noches que no nos emborrachamos, Halley y yo mantenemos el equilibrio de poder entre El Valle y La Montaña. Aunque mi poder premonitorio hace menos dianas que un arquero ebrio a mi sexto sentido no se le escapa presencia alguna de peligro. Así que nos dedicamos a recorrer el laberinto de galerías de la montaña expoliando cualquier piedra mágica, o preciosa para otros, gracias al Toque de Presencia del hada que me acompaña. De esta forma, ni El ducado de la Montaña ni El Reino del Valle, aumentarán peligrosamente su potencial mágico.
También, preferiblemente las noches de luna nueva, solemos hacer alguna escapada al Reino del Valle para comprobar que sus existencias de piedras mágicas no desequilibraría la balanza, ni para atacar por sorpresa o ser ellos invadidos. De paso, Halley aprovecha para echar unas gotas de laxante en todas y cada uno de los brebajes de la reina Mist, más que por venganza, para que las tripas de aquellos que tomen sus pócimas no padezcan de pesadez de estómago. No tenemos miedo de ser descubiertos porque mi hada conoce hasta el último pasadizo y recoveco del castillo, lo mismo que yo todas y cada una de las grutas y las galerías de las minas; al margen de que mi instinto detecta cualquier presencia animal o humana próxima, como si viera sus espectros a través de paredes y muros.
La cuestión es que tanto Halley como yo nos estamos haciendo mayores para esas correrías y con todo lo que hemos arramblado y guardado a buen recaudo, gracias a los trueques con los comerciantes de tierras lejanas, cualquier noche desaparecemos para no volver y olvidarnos de todo esto para siempre. No obstante, ya estamos adiestrando a una camarera (medio bruja y hechicera) y al mancebo del herrero (que también es algo alquimista) como nuestros sucesores para que sigan en paz este Reino del Valle y su Ducado de la Montaña.