Soy aficionado a la fotografía y ver plasmada la Naturaleza, retratos o, incluso paisajes urbanos, me resulta estimulante y me activa la imaginación en esos días que, de puros grises, parecen opacos.
El caso es que la otra tarde noche, con el horario de invierno no lo tengo claro, al salir de la oficina y regresar andando a casa, vi un cartel anunciando una exposición fotográfica en una conocida sala que, además, me cogía de camino.
Pues nada, me acerque, el salón estaba lleno de fotos, gigantescas, con vistas urbanas. Desde cierta distancia, por la magnitud y el detalle, parecían totalmente reales; casi necesitaba pegar los ojos, a las enmarcadas urbes o a los edificios en perspectiva, para poder apreciar el grano y salir de dudas, la técnica y la calidad eran impresionantes.
Tuve suerte en mi visita, debía ser la inauguración porque las bandejas, de canapés y con copas de vino, desfilaban por el pasillo sin parar. No eramos muchos los asistentes, así que no me corté, ni comiendo de los deliciosos triángulitos, ni repitiendo con las copas de vino.
Después de lo anodino del día y del paseo a casa, por no esperar al bus, acerté, y creo que hasta esbozaba una sonrisilla, de satisfacción por el inesperado festín. El caso es que ya estaba acabando la turné de la sala y, al fondo de la misma, vi una obra que me resultaba conocida, diría que muy familiar.
Me aproximé a verla mejor y seguía sin identificarla, a pesar de sonarme tanto esos edificios así dispuestos, con esas luces en las ventanitas tan bien definidas. Como con las anteriores obras, acerqué mi cara a la foto, para que el grano del papel delatara su origen y rompiera la magia de esos increíbles detalles.
La sirena de la ambulancia me retumba en los oídos, estoy inmovilizado en una camilla pero cómodo; oigo de fondo una conversación, algo acerca de hacer pruebas pero que parece no haber nada roto. Abro los ojos y veo de nuevo esa última foto, con su silueta tan familiar y las lucecitas en sus ventanas...
...ventana como desde la que me caí yo hace unos minutos, suerte del toldo de la cafetería de abajo y que rodé por una mesa antes de chocar contra la acera. Con razón no le encontraba el grano a la foto, era perfecta.
El caso es que la otra tarde noche, con el horario de invierno no lo tengo claro, al salir de la oficina y regresar andando a casa, vi un cartel anunciando una exposición fotográfica en una conocida sala que, además, me cogía de camino.
Pues nada, me acerque, el salón estaba lleno de fotos, gigantescas, con vistas urbanas. Desde cierta distancia, por la magnitud y el detalle, parecían totalmente reales; casi necesitaba pegar los ojos, a las enmarcadas urbes o a los edificios en perspectiva, para poder apreciar el grano y salir de dudas, la técnica y la calidad eran impresionantes.
Tuve suerte en mi visita, debía ser la inauguración porque las bandejas, de canapés y con copas de vino, desfilaban por el pasillo sin parar. No eramos muchos los asistentes, así que no me corté, ni comiendo de los deliciosos triángulitos, ni repitiendo con las copas de vino.
Después de lo anodino del día y del paseo a casa, por no esperar al bus, acerté, y creo que hasta esbozaba una sonrisilla, de satisfacción por el inesperado festín. El caso es que ya estaba acabando la turné de la sala y, al fondo de la misma, vi una obra que me resultaba conocida, diría que muy familiar.
Me aproximé a verla mejor y seguía sin identificarla, a pesar de sonarme tanto esos edificios así dispuestos, con esas luces en las ventanitas tan bien definidas. Como con las anteriores obras, acerqué mi cara a la foto, para que el grano del papel delatara su origen y rompiera la magia de esos increíbles detalles.
La sirena de la ambulancia me retumba en los oídos, estoy inmovilizado en una camilla pero cómodo; oigo de fondo una conversación, algo acerca de hacer pruebas pero que parece no haber nada roto. Abro los ojos y veo de nuevo esa última foto, con su silueta tan familiar y las lucecitas en sus ventanas...
...ventana como desde la que me caí yo hace unos minutos, suerte del toldo de la cafetería de abajo y que rodé por una mesa antes de chocar contra la acera. Con razón no le encontraba el grano a la foto, era perfecta.