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jueves, 17 de mayo de 2018

La tertulia de las diez: La Técnica Igor o las sombrereras de la familia

Por mediación de El arca de las palabras del blog de Úrsula un nuevo relato para la ya conocida Tertulia de las diez.

Los avances tecnológicos del último siglo fueron exponenciales en la conservación cerebral de la vida. Hace cincuenta años, mantener un cerebro vivo fuera del cuerpo, era cosa de semanas, con la Técnica Igor, recientemente implantada, se garantizan hasta dos siglos.

Así ahora, cuando el cuerpo llega a su deterioro irreversible, se firma un contrato y nuestro cerebro puede seguir vivo, según la póliza adquirida, de hasta doscientos años más antes que la incubadora se apague definitivamente.

Desde que se homologó, la Técnica Igor, se hizo moda y convivir con varias generaciones parece que nos hace más humanos. El próximo siglo hasta los tatarabuelos tendrán su sitio en casa como uno más aunque sea en una caja de sombreros.

Las sombrereras, como se conocen, son soportes vitales donde el cerebro es alimentado y oxigenado. Al no tener que controlar un cuerpo, sus necesidades son mínimas y la degeneración de los tejidos permite una segunda y hasta tercera vida.

Un efecto secundario, las diversas locuras por la situación incorpórea si están medicadas, es el aumento de las capacidades extra sensoriales. Así, si el abuelo tiene ganas de contarte una batallita por la noche, directamente, se puede meter en tus sueños y cambiar el escenario a su gusto.

Hasta ahora las familias se reunían en Navidad pero con el descubrimiento de las sombrereras, ya los tienes a todos en casa todo el año y, las 24 horas, porque casi no necesitan dormir para descansar. Así que la medicación, para poder aguantar eso, se multiplico, también, exponencialmente.

Al poco, se tuvieron que crear geriátricos cerebrales, para acabar con tanto estrés de los vivos con cuerpo. Y tuvieron más éxito que las sombrereras, sobretodo, al contar con aislamiento telepático. Era una tortura, que al marcharte de la visita, los parientes te estuvieran bombardeando la cabeza con reproches y chantajes emocionales.

Por todo lo dicho yo he firmado una clausula en la que cuando el cuerpo no aguante que mi cerebro lo acompañe al hoyo. La sala de espera para el otro mundo, dentro de una sombrerera, no va con este melón :P

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